lunes, 5 de septiembre de 2011

El persa

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PAIS DE ORIGEN
Irán (antigua Persia)

HISTORIA

Los orígenes de esta raza se pierden en la historia siendo imposible establecer un lugar de nacimiento del gato persa. No obstante la teoría más aceptada por los expertos es aquella que sitúa su aparición en Oriente Medio.
El primer documento que hace referencia a este aristocrático felino es una carta escrita por el noble italiano Pietro della Valle que paseando por Isfahan, la capital de Persia, se enamoró de este gato hasta el punto de comprar cuatro parejas y enviarlas a Roma, vía Napoles, en el año 1620 aproximadamente.
Por tanto, el periplo europeo del gato persa se inició en Italia, pero pronto su fama comenzó a extenderse y llegó a otros países, siendo Francia el país que lo encumbró hasta su mayor cota de popularidad convirtiéndolo en el capricho de la nobleza.
Las características de este felino que desembarcó en el viejo continente en el siglo XVII eran algo diferentes de las actuales. Se considera que fue en Inglaterra en el siglo XIX donde, tras sufrir cruces con el gato turco de angora, se configuró definitivamente la raza que hoy día conocemos como persa.
Lo que no ha cambiado es su carácter aristocrático, tanto es así que el 75% de los gatos con pedigrí registrados son persas.

DESCRIPCIÓN

El gato persa es un animal compacto, de tamaño medio y extremidades cortas que posee un majestuoso porte.
Su pelaje es largo, denso, sedoso, de capa interna abultada y tacto agradable. Presenta la misma longitud, unos 10 centímetros, en todo el cuerpo salvo en la gorguera que posee alrededor del cuello donde puede alcanzar fácilmente los 20 centímetros. La cola también es muy peluda y corta. El color del manto puede variar entre múltiples tonos y patrones aceptados por los estándares oficiales: escama de tortuga, van, calicó, silver, chinchilla, camafeo, tabby... De entre ellos destacan los ejemplares que cuentan con las extremidades oscuras sobre un fondo plateado denominados “himalayos”.
Aunque, sin duda, lo que distingue al persa del resto de razas es su cara ancha y plana, sin morro, donde se aprecia una nariz chata situada casi a la altura de los ojos. Estos son grandes, redondos, muy separados de color limpio y brillante intenso, en general, naranja o cobre.
Su regia apariencia se completa con unas pequeñas orejas muy separadas, de inserción baja en la cabeza. Las puntas son redondeadas y de ellas crecen penachos de pelo.

SALUD Y ALIMENTACIÓN

Esta raza es de difícil crianza. La gestación dura 64 días y las camadas son poco numerosas, raramente superan los tres gatitos. Los pequeños, además, son muy vulnerables y requieren de su madre durante los primeros tres meses de vida.
Durante toda su vida precisan de gran atención y cuidados. Por su exuberante manto de pelo largo, no son capaces de cuidar de su higiene ellos solos, siendo así es necesario un cepillado diario y baños regulares. Asimismo, las particulares facciones que poseen hacen que tengan tendencia a lagrimear y habrá que limpiar cuidadosamente sus ojos de forma frecuente.
La alimentación debe igualmente ser vigilada. El gato persa es perezoso y, por este motivo, propenso al sobrepeso, por ello vigilaremos las raciones que consume y evitaremos las chucherías que suponen únicamente calorías vacías en su dieta.
El acortamiento de la cara hace también más probable la aparición de ciertas alteraciones oftalmológicas (como las cataratas), mandibulares y faciales. Los ejemplares de color azul ahumado tienen predisposición a padecer además una inmunodeficiencia genética denominada Síndrome de Chediak-Higashi.

CARÁCTER

Un gato apodado cariñosamente “el tigre del sofá” no puede ser más que un animal apacible, tranquilo y dulce. El instinto felino se mantiene altamente atenuado en el persa que, tras muchos años de vida doméstica, prefiere las caricias y un mullido cojín donde descansar que la aventura de la caza.
Este gato es un ser familiar. Goza de la compañía tanto de otros animales como del hombre, incluyendo niños y personas mayores siempre y cuando le permitan dormir y estar echado tanto tiempo como le plazca.
La fama de presumido que se ha ganado el rey de los gatos no carece de fundamento. Al persa le encanta ser mirado y admirado y para ello se pasea parsimoniosamente haciendo evidente ostentación de su belleza.

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